jueves, 26 de marzo de 2015

Alrededor de "Tierras de Cristal" de Alessandro Baricco

Creo que hace rato dejé de buscar historias en los libros. Me di cuenta q después de unos años, ja, a veces meses, semanas, incluso días, me pierdo con los detalles, me olvido de los nombres, ni siquiera soy capaz de contar la trama. Y sin embargo, recuerdo unos libros con especial cariño y tiro los demás al olvido sin preocuparme demasiado.

Cuando niño, uno busca que las cosas pasen, que te cuenten la vida de los demás, que aprendas rápido lo que no puedes vivir tú mismo, todavía o tal vez nunca. Después buscas complicidad, saber que estas llevando tu vida por el buen camino, o que no eres el único que ha hecho tonterías. Buscas la confirmación de tu realidad en la ficción. Revives lo que has vivido y anticipas lo que supones que será tu sino. A veces, unos empiezan a buscar el arte en los libros, unos trucos únicos, unos recursos literarios inauditos, narradores inesperados, la Meta literatura, etc. y toda esta mierda que tiene su encanto. Y después, mucho después, aprendes a disfrutar, a dejar de querer entender a fuerzas, ya no buscas nada, y a veces te quedas con una sola cosa, con una impresión, a veces ni sabes con qué pero el mundo ya es diferente después de la lectura. Creo que mucho de esto les tengo que agradecer a los japoneses. Murakami, que al final no sé si lo aprecio o no, me enseñó a fijarme en las imágenes, en los colores; me deje llevar y leí casi todo su mundo onírico. Yoshimoto me envolvió con su tristeza y sus descripciones de la comida, Kawakami me dejó con la estampa de una mujer que camina como niña y mira el cielo. Suena muy tonto, pero tengo en mi cabeza tan poderosa esa imagen que la atesoro vuelvo mía. Y ni me acuerdo del nombre de la protagonista. Kader Abdolah ganó un lugar en mi corazón y lo llenó con un Irán mágico, que me duele que no exista; llenó mi cabeza con sonidos en farsi, y no sé cómo es posible, pero casi escucho las palabras en el idioma que no conozco retumbar en mis oídos.

Acabo de leer “Tierras de cristal” de Baricco. Un vorágine de personajes, más que un puzle que anuncian en la contraportada. Unos círculos que se intercalan, mezclan, complementan y eliminan. Nada es explícito. Tú puedes terminar de imaginarte las vidas descritas, o puedes quedarte embobado con un solo detalle, con una sola descripción y no querer salir. Sólo esto o exactamente esto. El libro es este “algo” que no sabes que buscas pero cuando lo tienes en tus manos sabes que es justo esto. Detalles. Hermosos detalles que fuerzan tu imaginación a trabajar a tope como la piel de Mormy,“la piel brillante del chico, piel color de arena, piel quemada por el sol, pero de una sola vez por un sol de hacía mil años.”

No quiero escribir sobre qué trata el libro. Al final no importa. Les dejo con una cita que puede insinuar el estilo de Baricco que van a encontrar en cada página suya. Si les gusta, les va a gustar el libro.


“Al anochecer, como todas las noches, llegó la noche. No hay nada que hacer: es algo que no se encomienda a nadie. Sucede y basta. No importa qué clase de día viene a apagar. Puede haber sido un día excelente, pero eso no cambia nada. Llega y lo apaga. Amén. Así, también aquella noche, como todas las noches, llegó la noche.”

jueves, 17 de octubre de 2013

"Ventajas de viajar en tren" de Antonio Orejudo

Seamos sinceros, no es un libro al que queramos volver después de leerlo aunque la confusión al final pueda ser tan grande que necesitemos repasar ciertos pasajes desde el principio. Leí la novela del escritor español Antonio Orejudo después de escuchar la discusión de dos amigas. Una, no llegó ni a la mitad, diciendo que es el libro más repugnante y nauseabundo que ha leído, y la otra se sentía totalmente fascinada por la lectura. Tal vez la palabra “fascinación” no es la más adecuada, pero “morbo”, ese interés malsano por algunas cosas, me parece muy propia para describir mi experiencia lectora esta vez. 

La novela empieza presentando la historia de una mujer que está regresando de un hospital psiquiátrico, después de haber ingresado a su marido por sus tendencias coprófagas. Durante su viaje conoce a Ángel Sanagustín, quien se presenta como psiquiatra del mismo hospital, especialista en análisis de textos escritos por los pacientes con enfermedades mentales. Después de una inocente pregunta, “¿Le apetece que le cuente mi vida?”, comienza el viaje, tanto de la protagonista, como el nuestro. 

El primer capítulo es la obra maestra de Orejudo. Nos sumerge en un delirante mundo, donde una historia diverge de otra, justo en el momento cuando empieza a captar nuestro interés. Después de unas veinte páginas, me encontraba en el estado de máxima irritación y cuestionando mi propia salud mental y creo que es el logro más grande del autor; no sólo nos presenta con las enfermedades mentales, pero a través de la estructura misma de la novela hace que perdamos la certeza sobre nuestro propio estado psiquiátrico.  

“Ventajas de viajar en tren” describe el mundo contemporáneo empapado en la locura, donde nadie es quien dice ser. Tenemos a un hombre que empieza a tratar a su esposa como perro. Lo que al principio parece un juego sexual hasta divertido, después llega a unos niveles indescriptibles y se nos permite observar a la mujer comiendo del suelo, durmiendo en la casita y portando obviamente el indispensable collar. En otra historia el narrador describe con lujo de detalle, el macabro mundo de los negocios cuyo único fin es satisfacer a los pervertidos sexuales. Después de haber leído otro relato, nunca miraremos igual al camión de la basura…

Como dije al principio, no es un libro bonito, sin embargo es un ejemplo de gran literatura. La estructura es magnífica, una verdadera obra de arte, todas las historias, que aparentemente no tienen nada que ver, se cierran al final con un giro inesperado pero sumamente lógico si nos ponemos a repasar la novela paso por paso. 

Además, el libro logra mantener nuestro interés constante desde la primera frase: “Imaginemos a una mujer que al volver a casa sorprende a su marido inspeccionando con un palito su propia mierda.” Este podría ser sin duda uno de estos comienzos célebres que nunca se te olvidan, aunque no lo podamos repetir con tanta alegre presunción como el del coronel Buendía frente al pelotón de fusilamiento. 

Es un libro de locos, narrado por locos y para locos. Todo en él nos lleva a la impostura, dejamos de creer en cualquier cosa que se nos dijo al principio o durante la lectura; en la última página nos sentimos engañados igual que la protagonista. Sin embargo, ¿tenemos derecho a enojarnos? Al fin y al cabo, la novela, la ficción, nunca es otra cosa que una enorme impostura. 

Texto publicado por primera vez el 16 de octubre, 2013 para la Ruta383.

jueves, 3 de octubre de 2013

"El Reflejo de las Palabras" de Kader Abdolah

Puedo decir con toda la seguridad que le va a encantar este libro; por diferente, original, hipnotizante. Raras veces me encuentro con un texto que se suba con tanta fuerza al tope de mis lecturas preferidas, y me deje con varias preguntas a responder después de cerrarlo. Cuando pasas la última página, no quieres que termine, no porque haya acabado la historia, sino porque parece demasiado repentino salir de este mundo tan de golpe, como si te acaban de sacar del vientre de tu madre.

Desde las primeras líneas, el libro envuelve al lector y le traslada al Irán del siglo XX, un mundo desconocido para la mayoría de los occidentales. Comenzamos con una historia corta que sirve como introducción y cierto tipo de paréntesis que no entendemos hasta el final. No la voy a citar ahora, para dejar el placer a los futuros lectores, pero sí, voy a copiar aquí las primeras palabras del narrador que siguen el relato, para que saboreen el estilo:

(…)
Ésa era la palabra de Dios, la historia de Dios. Y “La cueva”, una historia que figuraba en el libro sagrado que Aga Akbar tenía en su casa.
                Hemos empezado por Su palabra, antes de intentar descifrar los apuntes secretos de Akbar.
                Somos dos: Ismail y yo. Yo soy el narrador omnisciente. Ismail es el hijo de Akbar, que era sordomudo.
                Aunque soy omnisciente, no puedo leer esos apuntes.
                Contaré sólo la parte de la historia que precede al nacimiento de Ismail.
                Dejaré que él mismo relate el resto. Pero al final volveré, pues Ismail no es capaz de descifrar la última parte de las notas de su padre.

Ya en este fragmento, podemos observar un estilo diferente, no me atrevo a decir oriental, sé demasiado poco de esa literatura, pero sin duda alguna, no es una manera de narrar muy típica en el mundo occidental. Las frases cortas, muy rítmicas, casi siempre  solo una por párrafo;  te fuerzan a leer más pausado, no devorar las frases en espera del desenlace pero disfrutar de cada letra que se desenvuelve delante de tus ojos.

Es un libro elegante. Las frases fluyen sin prisa intercambiando el relato con los poemas persas u holandeses, contando la historia del sordomudo Aga Akbar, que nace y crece en una pequeña aldea de Irán. Durante toda su vida, Akbar cuenta su propia historia en un cuaderno, en escritura cuneiforme, o más bien en su versión personal de escritura cuneiforme, hermética para todos los demás. Pero ésta es también la historia de Ismail, su hijo, quien tras la muerte de Aga Akbar, recibe el cuaderno e intenta descifrarlo en busca del tiempo perdido, en busca de su padre, en busca del Irán que ya no existe, que pereció con los sucesivos gobiernos.

Hay varios aspectos en este libro que nos hacen reflexionar. ¿Cómo es la percepción de una persona sordomuda? ¿Cómo expresa sus pensamientos sin conocer el lenguaje? ¿Cómo es la vida de los hijos de un sordomudo? ¿De su esposa? ¿Es el bien de tu país, superior al bien de tu familia? ¿Hay valores por los que vale la pena morir? ¿Cómo se puede vivir con la sensación de que no se ha hecho lo suficiente para conocer a otra persona? ¿Con el remordimiento de no conocer a tus propios padres?


Es un libro completo: no sólo la historia resulta sumamente interesante, pero también se nos da la oportunidad de conocer el fascinante contexto socio-político de Irán. La riqueza de los personajes, las emociones transmitidas, la belleza de la forma, hacen de este texto una lectura exquisita y creo que ha quedado suficientemente claro: totalmente recomendable.

Texto publicado por primera vez el 19 de septiembre, 2013 para la Ruta383.