lunes, 16 de enero de 2012

La crueldad de Murakami (1Q84 T3)

El viernes terminé el tercer tomo de 1Q84, ya no me quedaba de otra. Como una semana antes, empecé a leer más despacio para alargar mi estancia en el pueblo de los gatos; o para alejar el momento de la decepción... Los que leyeron mi entrada sobre "After dark" se acordarán de que tengo un pequeño problema con los finales de Murakami, un pequeño gran problema: ni me gustan, ni me acuerdo de ellos. Y ahora cuando me quedaban unas cincuenta páginas, empezó a pasar lo mismo.

En los últimos capítulos el ritmo cambia, la escenas cuando Tengo y Aomame están juntos (aquí no revelo nada nuevo, era de esperar) adquieren un sabor acaramelado, insoportable y poco verosímil. De pronto se abren nuevos argumentos y... el libro se disuelve. Un gran "¿qué?" salió de mi boca y me enojé. Murakami siempre deja cosas sin cerrar, y nunca "lo que pasó " es lo más importante en sus historias pero esta vez, fue simplemente demasiado cruel; dejar el lector así, cundo estuvo acompañando a los protagonistas por casi mil páginas...

Cabrera Infante dijo sobre Manuel Puig que sus libros están hechos de la misma materia que los sueños. Lo mismo se podría decir sobre Murakami. Los personajes nuevos aparecen y desaparecen dejando un vago recuerdo en nuestra consciencia, aceptamos sin rechinar las extrañas reglas que rigen sus mundos, al cerrar el libro nos cuesta hilar bien la historia, y en cuanto más tiempo pasa, menos nos acordamos del argumento. Y sin embargo, como nos encanta soñar, nos encanta leer a Murakami y quedar bajo su hechizo.

Ya se me pasó el enojo, ahora solo espero que Murakami escriba la continuación de la historia y me deje soñar un poco más sus sueños. Aunque conociéndolo, lo más seguro es que éste, desgraciadamente, sea el verdadero final de la historia sobre Tengo y Aomame.


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