Creo
que hace rato dejé de buscar historias en los libros. Me di cuenta q después de
unos años, ja, a veces meses, semanas, incluso días, me pierdo con los
detalles, me olvido de los nombres, ni siquiera soy capaz de contar la trama. Y
sin embargo, recuerdo unos libros con especial cariño y tiro los demás al
olvido sin preocuparme demasiado.
Cuando
niño, uno busca que las cosas pasen, que te cuenten la vida de los demás, que
aprendas rápido lo que no puedes vivir tú mismo, todavía o tal vez nunca. Después
buscas complicidad, saber que estas llevando tu vida por el buen camino, o que
no eres el único que ha hecho tonterías. Buscas la confirmación de tu realidad
en la ficción. Revives lo que has vivido y anticipas lo que supones que será tu
sino. A veces, unos empiezan a buscar el arte en los libros, unos trucos únicos,
unos recursos literarios inauditos, narradores inesperados, la Meta literatura,
etc. y toda esta mierda que tiene su encanto. Y después, mucho después,
aprendes a disfrutar, a dejar de querer entender a fuerzas, ya no buscas nada,
y a veces te quedas con una sola cosa, con una impresión, a veces ni sabes con qué
pero el mundo ya es diferente después de la lectura. Creo que mucho de esto les
tengo que agradecer a los japoneses. Murakami, que al final no sé si lo aprecio
o no, me enseñó a fijarme en las imágenes, en los colores; me deje llevar y leí
casi todo su mundo onírico. Yoshimoto me envolvió con su tristeza y sus
descripciones de la comida, Kawakami me dejó con la estampa de una mujer que
camina como niña y mira el cielo. Suena muy tonto, pero tengo en mi cabeza tan
poderosa esa imagen que la atesoro vuelvo mía. Y ni me acuerdo del nombre de la
protagonista. Kader Abdolah ganó un lugar en mi corazón y lo llenó con un Irán
mágico, que me duele que no exista; llenó mi cabeza con sonidos en farsi, y no sé
cómo es posible, pero casi escucho las palabras en el idioma que no conozco retumbar
en mis oídos.
Acabo
de leer “Tierras de cristal” de Baricco. Un vorágine de personajes, más que un puzle
que anuncian en la contraportada. Unos círculos que se intercalan, mezclan,
complementan y eliminan. Nada es explícito. Tú puedes terminar de imaginarte
las vidas descritas, o puedes quedarte embobado con un solo detalle, con una
sola descripción y no querer salir. Sólo esto o exactamente esto. El libro
es este “algo” que no sabes que buscas pero cuando lo tienes en tus manos sabes
que es justo esto. Detalles. Hermosos detalles que fuerzan tu imaginación a
trabajar a tope como la piel de Mormy,“la piel brillante del chico, piel color
de arena, piel quemada por el sol, pero de una sola vez por un sol de hacía mil
años.”
No
quiero escribir sobre qué trata el libro. Al final no importa. Les dejo con una
cita que puede insinuar el estilo de Baricco que van a encontrar en cada página
suya. Si les gusta, les va a gustar el libro.
“Al
anochecer, como todas las noches, llegó la noche. No hay nada que hacer: es
algo que no se encomienda a nadie. Sucede y basta. No importa qué clase de día
viene a apagar. Puede haber sido un día excelente, pero eso no cambia nada. Llega
y lo apaga. Amén. Así, también aquella noche, como todas las noches, llegó la
noche.”