domingo, 14 de agosto de 2011

El año de Czesław Miłosz

Pocos lectores hispanohablantes sabrán que este año ha sido nombrado El Año de Czesław Miłosz, premio Nobel polaco de literatura.

Escritor, poeta y ensayista. Uno de los mejores, si no es que el mejor de los que salieron de mi país. Nació el 30 de junio de 1911 y justo hoy se cumple el séptimo aniversario de su muerte. Por motivos políticos  (se oponía fuertemente al comunismo, lo que se refleja en sus escritos) emigró a EEUU donde daba clases de literatura en la Universidad de Berkeley.

Lo descubrí en la preparatoria, o más bien me introdujo a su mundo mi profesora de literatura, y desde entonces en mi cabeza rondan algunos versos de sus poemas. Su poesía es fuerte, con una melodía pegajosa; el ritmo y la estructura que utiliza no coinciden con el ritmo cotidiano del polaco. Sus versos riman, pero no son rimas obvias, perfectas, sino asónicas, menos evidentes, no saltan a primera vista.

Quise publicar un poema suyo, muy famoso, "Canción sobre el fin del mundo" pero la traducción oficial al español de Barbara Stawicka no me gustó e hice una diferente. Les publico abajo las dos, sin decir cuál es la mía y les pido que opinen, objetivamente, cuál de las dos traducciones les gusta más.

Traducción 1:

Canción sobre el fin del mundo

En el día del fin del mundo
Una abeja ronda la flor de la capuchina,
Un pescador arregla su brillosa red.
Felices delfines brincan en el mar,
Pequeños gorriones  sobre el canalón se posan
Y la víbora con su piel dorada, como debería ser.

En el día del fin del mundo
Mujeres  pasean por el campo bajo sus sombrillas,
Un borracho a la orilla del pasto dormita
Verduleros en la calle gritan
Y lanchas con velas amarillas a la isla se acercan.
Vibra en el aire la melodía del violín
Y la noche estrellada inicia.

Y los que esperaban relámpagos y truenos,
Decepcionados están.
Y los que esperaban señales y trompetas de los arcángeles,
No creen que sucede ya.
Mientras que el sol y la luna en su lugar sigan
Mientras  que los abejorros a las rosas concurran,
Mientras nazcan los bebés rosados,
Nadie cree que sucede ya.

Sólo un viejito canoso, que sería profeta,
Pero no es profeta, pues tiene otras cosas que hacer,
Atando los tomates al tutor dice:
Otro fin del mundo no sucederá,
Otro fin del mundo no sucederá.


Traducción 2: 


Canción sobre el fin del mundo


El día del fin del mundo
La abeja ronda sobre los geranios,
El pescador teje una red luminosa,
En el mar juegan los alegres delfines,
Los tiernos gorriones saltan en el alero
Y luce dorada la piel de la serpiente,
Como debe ser.

El día del fin del mundo
Las mujeres van por el campo bajo las sombrillas,
El ebrio dormita a la orilla del césped,
Los verduleros gritan en la calle,
Y una lancha de vela amarilla encalla en la isla.
El tono del violín vibra en el aire
Y entreabre la noche estrellada.

Y los que esperaban relámpagos y truenos,
Quedan decepcionados.
Y los que esperaban señales y trompetas del arcángel
No creen que ha llegado la hora.
Mientras el sol y la luna estén en el firmamento,
Mientras el abejorro hechice a la rosa,
Mientras nazcan los niños dichosos,
Nadie cree que ha llegado la hora.

Sólo el anciano de cabello blanco, que podría ser profeta
Pero que no lo es, porque tiene otro oficio,
Murmura al coser las ristras de tomates:
Ya no vendrá otro fin del mundo,
Ya no vendrá otro fin del mundo.

domingo, 7 de agosto de 2011

"Los Enamoramientos" de Javier Marías

Acabo de terminar el último libro de Javier Marías y todavía no sé si me gustó o no. Hay aspectos que me encantaron, como por ejemplo la brillantez del primer capítulo, y otros que me molestaron a lo largo de la lectura, como la narración.

Pero vamos por partes.

Primero, creo que el título es engañoso. Según mi modesta opinión es el tema que menos se nos graba en la memoria después de cerrar la novela; para mí el título ideal sería "La duda". La duda es la protagonista principal y se instala en nuestra mente y nuestro corazón más o menos a mitad del libro, para ya no soltarnos hasta el sorprendente/decepcionante final. Y con ella también nos quedamos después de que terminamos de leer. ¿Puedo creer en lo que me cuentan? Los personajes dudan y se ocupan de sembrar sus propias sospechas y desconfianzas a lo largo de toda la historia, y nosotros vacilamos con ellos. Cuando llegué a la última página estaba enojada, el final se me hizo injusto; que todo se diluyera en esa feliz cotidianidad... no, no puede ser. Pero así es y lo único que nos queda es inventar otro final, más satisfactorio, para el uso personal, castigar sin estar seguros, o rasgar y rasgar en espera de encontrar la única verdad en blanco y negro. Y esa emoción, esta indignación personal mía, salvó el libro para mí.

Me explico:

Después del primer capítulo, brillante como ya he dicho, vino cierto hastío. Un cardiograma plano durante más o menos doscientas páginas. Porque aunque considero un fuerte de Marías su manera de narrar los pensamientos, me canso e irrito cuando leo sus diálogos. ¿Quién coño habla así? Los personajes no conversan, intercambian sus interminables monólogos con escaso pegamento entre uno y otro. Puedo aceptar que María Dolz, la narradora, pone su mano en el picaporte de la puerta y la abre unos cinco capítulos más tarde porque está pensando, pero no soporto los discursos larguísimos, como si los que hablaran, se dirigiesen a multitudes desde la tarima. No es que no me guste lo que digan, todo lo contrario, me encanta, pero lo encuentro poco natural en la novela; su estructura cojea.

Me gustaría releer el libro y olvidarme de que cuenta una historia. Quiero volver a leer las cavilaciones de Luisa, Díaz-Varela, María como se leen los ensayos sobre los temas importantes. Porque al final, Javier Marías nos obsequia con unas exquisitas reflexiones sobre la amistad, el azar, la impunidad, el mal menor, las relaciones humanas, la moralidad, el morir, la muerte y el derecho a ella, que nos hacen pensar. Y hay cada vez menos libros que nos hacen pensar y nos demuestran que la certeza en nuestro mundo es un ser frágil, y puede desaparecer en cualquier momento.

Decisión final: me gustó.