Acabo de terminar el último libro de Javier Marías y todavía no sé si me gustó o no. Hay aspectos que me encantaron, como por ejemplo la brillantez del primer capítulo, y otros que me molestaron a lo largo de la lectura, como la narración.
Pero vamos por partes.
Pero vamos por partes.
Primero, creo que el título es engañoso. Según mi modesta opinión es el tema que menos se nos graba en la memoria después de cerrar la novela; para mí el título ideal sería "La duda". La duda es la protagonista principal y se instala en nuestra mente y nuestro corazón más o menos a mitad del libro, para ya no soltarnos hasta el sorprendente/decepcionante final. Y con ella también nos quedamos después de que terminamos de leer. ¿Puedo creer en lo que me cuentan? Los personajes dudan y se ocupan de sembrar sus propias sospechas y desconfianzas a lo largo de toda la historia, y nosotros vacilamos con ellos. Cuando llegué a la última página estaba enojada, el final se me hizo injusto; que todo se diluyera en esa feliz cotidianidad... no, no puede ser. Pero así es y lo único que nos queda es inventar otro final, más satisfactorio, para el uso personal, castigar sin estar seguros, o rasgar y rasgar en espera de encontrar la única verdad en blanco y negro. Y esa emoción, esta indignación personal mía, salvó el libro para mí.
Me explico:
Me explico:
Después del primer capítulo, brillante como ya he dicho, vino cierto hastío. Un cardiograma plano durante más o menos doscientas páginas. Porque aunque considero un fuerte de Marías su manera de narrar los pensamientos, me canso e irrito cuando leo sus diálogos. ¿Quién coño habla así? Los personajes no conversan, intercambian sus interminables monólogos con escaso pegamento entre uno y otro. Puedo aceptar que María Dolz, la narradora, pone su mano en el picaporte de la puerta y la abre unos cinco capítulos más tarde porque está pensando, pero no soporto los discursos larguísimos, como si los que hablaran, se dirigiesen a multitudes desde la tarima. No es que no me guste lo que digan, todo lo contrario, me encanta, pero lo encuentro poco natural en la novela; su estructura cojea.
Me gustaría releer el libro y olvidarme de que cuenta una historia. Quiero volver a leer las cavilaciones de Luisa, Díaz-Varela, María como se leen los ensayos sobre los temas importantes. Porque al final, Javier Marías nos obsequia con unas exquisitas reflexiones sobre la amistad, el azar, la impunidad, el mal menor, las relaciones humanas, la moralidad, el morir, la muerte y el derecho a ella, que nos hacen pensar. Y hay cada vez menos libros que nos hacen pensar y nos demuestran que la certeza en nuestro mundo es un ser frágil, y puede desaparecer en cualquier momento.
Decisión final: me gustó.
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